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La incógnita sobre quien será el presidente de Estados Unidos a 3 días de las elecciones

La demócrata Hillary Clinton y el republicano Donald Trump llegan muy igualados a las

últimas horas previas a la elección del próximo martes 8 de noviembre.

 

En el mundo hay preferencia por Clinton

 

Tras casi un año de recorrer todo Estados Unidos en campaña, la demócrata Hillary Clinton y el republicano Donald Trump llegan muy igualados a las últimas horas previas a la elección del próximo martes 8 de noviembre, que decidirá quién será el presidente número 45 de la historia del país. El promedio de encuestas da a Clinton un 45,3 por ciento de las intenciones de voto frente a un 42,7 para Trump, según Real Clear Politics.

Ambos candidatos luchan codo a codo en Ohio y Pensilvania, que junto con Míchigan constituyen el antiguo centro industrial de Estados Unidos y son claves en esta elección marcada por el iracundo desencanto de las clases trabajadoras ante la situación actual.

Con su nada sencilla promesa de repatriar las fábricas que se fueron a China y México, Trump espera arrancar algunas victorias en esos estados para pavimentar su camino a la Casa Blanca. Por su parte, Clinton ha intentado romper esquemas incursionando en Arizona, tradicionalmente republicana.

Un sondeo nacional publicado ayer por The Washington Post y ABC muestra avances de Clinton con un 47 por ciento contra un 44 para Trump, con un margen de error +/- 2,5 puntos porcentuales.
Hillary Clinton aún no había abandonado la Casa Blanca, que ocupó durante la administración de su esposo Bill (1993-2001), cuando ya sonaba como una potencial candidata a la presidencia por el Partido Demócrata.

Los Clinton decidieron comprar una casa en Nueva York que le permitiría a ella aspirar al Senado por un estado donde nunca antes habían vivido. Su paso por la Cámara Alta fue visto desde entonces como un recorrido para adquirir la experiencia y credenciales necesarias en caso de aspirar al cargo más importante del planeta.

Cuando Hillary anunció a mediados del 2007 su intención de aspirar a la candidatura demócrata, ya era la clara favorita del partido. En una encuesta de Agnus Reid, Clinton aparecía a la cabeza con un 41 por ciento de las intenciones de voto frente al 19 por ciento del senador John Edwards y un 17 por ciento para el también senador Barack Obama.

Pese a ello, su candidatura despertaba dudas dentro del partido dada la furiosa oposición que su nombre despertaba entre los republicanos y los recuerdos de los escándalos que sacudieron al país durante sus años en la Casa Blanca.
Esas dudas se materializaron durante las primarias de Iowa. Obama, que hasta ese momento era más bien desconocido a nivel nacional, se llevó la victoria. Clinton terminó en un decepcionante tercer lugar.

Cuando ya su campaña entraba en pánico, Hillary logró imponerse en Nuevo Hampshire, la segunda primaria del año y también importante por su lugar en el calendario electoral.

De allí en adelante fue un mano a mano entre Obama y Clinton que solo se resolvió hacia finales de mayo del 2008, cuando el senador afroamericano alcanzó el número de delegados necesarios para ganar la nominación.

El triunfo de Obama terminó siendo uno donde primó la estrategia. Clinton, que se consideraba la gran favorita, había concentrado todos sus recursos en las primarias que tendrían lugar hasta comienzos de marzo, pues supuso que ya para ese momento tendría la nominación en el bolsillo y podía concentrarse en el rival republicano para las presidencialesCon lágrimas, la ex primera dama reconoció su derrota en un famoso discurso que aró el terreno para su actual candidatura. “Si bien no pudimos romper ese duro techo de cristal, gracias a ustedes hoy tiene 18 millones de grietas (los que votaron por ella). Y la luz ya se ve pasar por ellas y nos llena de esperanzas y de certeza de que la próxima vez será más fácil”, dijo Clinton aquella vez.

Ese nuevo intento arrancó a mediados del 2015. Aunque el desafío del senador Bernie Sanders fue intenso y expuso las debilidades de su candidatura, esta vez Clinton salió airosa.

Hoy, nueve años después de su primer envión hacia la Casa Blanca, ese techo está a punto de derrumbarse.

De la paliza de Obama a su ascenso en los sondeos
Trump llevaba décadas coqueteando con la idea de lanzarse a la presidencia. La primera vez que corrió el rumor fue en 1988, cuando se especuló que le haría competencia al entonces vicepresidente George H. W. Bush (el patriarca del clan Bush) en las primarias republicanas.

Nunca se lanzó, pero su nombre alcanzó a sonar como compañero de fórmula de Bush. En un libro de sus memorias, el expresidente recordó el momento, pero dijo que siempre lo asumió como un “chiste”.

Según la mayoría, su verdadera carrera política arrancó en el 2012, cuando sostuvo que Barack Obama probablemente no había nacido en EE. UU. El Birther Movement (Movimiento sobre el Nacimiento), que impulsó y financió Trump, terminó forzando al presidente a entregar una copia completa de su partida de nacimiento en Hawái.
Una vez resuelta la “controversia” (nadie lo tomó en serio nunca), Obama le pasó a Trump la cuenta de cobro durante la comida en la Casa Blanca para los corresponsales.

“El más feliz con que se haya resuelto este misterio es Donald. Ahora sí se puede concentrar en los temas que le importan a este país, como si en realidad fingimos el aterrizaje en la luna, lo que pasó realmente en Roswell (las historias sobre extraterrestres) y donde están Biggi y Tupac (dos raperos que fueron asesinados pero que algunos conspiracionistas dicen que están vivos)”, dijo Obama causando inmensas carcajadas entre el público, que incluía al propio Trump.

No contento con eso, el presidente continuó humillándolo, comparando su cargo y responsabilidades en seguridad nacional con las de Trump en el reality El Aprendiz.

Muchos dicen que fue en ese momento, y producto de la paliza que le dio Obama, que Trump decidió desquitarse apostando en serio por las llaves de la Casa Blanca.

En junio del 2015, anunció su candidatura a la nominación republicana con un polémico discurso en el que acusó a los inmigrantes mexicanos de ser criminales y violadores.

Fue el primero de cientos de comentarios despectivos contra minorías que aun así lo llevaron a ganar la nominación republicana, dejando en el camino a 16 rivales, entre los que había pesos pesados como Jeb Bush, exgobernador de Florida, y Chris Christie, gobernador de Nueva Jersey.
En varios momentos de la carrera, el establecimiento del partido intentó bloquear su nominación promoviendo hasta alianzas entre candidatos y financiando campañas publicitarias en su contra, pero nada de ello valió.

Al final de la carrera, muchos de los líderes en la colectividad del Grand Old Party le dieron oficialmente la espalda luego de que circuló un video en el que se refería a las mujeres en términos muy vulgares. Pero su teflón no se desgasta.

 

 

 

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