Opinion

MIRANDO DE FRENTE

¿Dada la situación de orden público que hoy padece Colombia podríamos afirmar que estamos ad portas de un golpe de estado?. ¿Sería un errado decir que nos encontramos al borde de una guerra civil en nuestro suelo patrio?.

Realmente creo que no. Cualquiera de las dos eventualidades está latente.

La primera de las circunstancias enunciadas no puede descartarse pues los hechos que a diario se están viviendo en las ciudades de interior a cada día han inducido a que cierto sector de la, sociedad, en vista de la escasa reacción del gobierno frente a los desórdenes, bloqueos y vandalismo, han optado por armarse con el fin de repeler, por mano propia, a quienes atentan contra la propiedad privada, la vida y la salud de los colombianos. Estamos entonces ante un conflicto que a cada día se aviva más y más. Por un lado los protestantes que utilizan medios cada día más agresivos y por el otro las personas que sienten que se les están cortando sus derechos a la libre movilización, a la propiedad privada y  hasta a la vida.

En este orden de cosas, las autoridades podrían desmadrarse y tomar la iniciativa de combatir por la fuerza a estas personas, desplazando la autoridad presidencial que hasta ahora ha sido escasa y más bien timorata.

El talante conciliador del presidente le ha jugado una mala pasada en esta ocasión. La forma de combatir los desórdenes de la turba no es con conversaciones y pasividad en el ejercicio de la autoridad. No señor. Conversemos, sí, pero no se puede tolerar los desmanes que se han vivido sin que el Presidente ejerza la facultad constitucional de mantener el orden público. Esas son facultades que no se pueden negociar. Desde un principio había que marcar territorio y decir: “Aquí mando yo y es mi obligación conservar el orden público”.

De todas maneras no veo en las FF. AA. Un oficial con vocación de poder, que sea tan autoritario como algunos de los militares del pasado. Ojalá ello contribuya a que no nos veamos abocados a un golpe de estado. Sería un tiro al aire, porque no sabemos las consecuencias que ello traiga. Hasta dónde pueden llegar los que protagonicen tal evento. Cuáles sean sus límites, cuáles sus objetivos.

Las mismas razones expuestas hasta ahora serían las que nos impulsarían a la confrontación armada entre dos facciones de nuestra nación, es decir, la falta de autoridad podría conducirnos a que cada quien se sienta legitimado para defender sus intereses e ideologías políticas.

De todas formas no vemos un futuro muy claro dadas las actuales circunstancias. Si el gobierno, o mejor dicho, el Presidente no cambia de actitud, corremos el grave riesgo de que se materialice alguna de las eventualidades mencionadas al comienzo, lo cual, por supuesto, reviste un grave riesgo para la Patria

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